domingo, 19 de diciembre de 2010

DECEPCIÓN/ PATALETA

Decepción, la decepcionada... Esto parece el título de una canción de Lhasa (lo siento, chata, espero que estés descansando). O (otro título), las caras de la decepción son infinitas... no, seguro que eso viene de otra frase hecha, jaja. Ahí va: La decepción tiene tantas caras como personas somos en el mundo, multiplicado por las interacciones que tengamos con el resto de personas del susodicho globo y los minutos en los que tarda en subir un bizcocho. Vamos, que nadie queda libre de decepcionar o ser decepcionado... UN MOJÓN, vaya.

A veces tenemos la manía de creer en algo o en alguien como el que cree en la inocencia del acusado hasta que se demuestre lo contrario. Ahí, a muerte, fe ciega... ¡Yo creo! Lo malo es que tarde o temprano empiezan a surgir pruebas de peso en contra. Entonces la fuerza, la alegría y la inocencia de aquello en lo que creemos se van a tomar vientos. Y no sólo se van, sino que en su lugar deja un profundo poso/pozo (lo mismo me da) de fealdad, tristeza y cansancio.

Y nadie tiene la culpa. Estoy de que se busquen culpables hasta el moño. Nadie tiene la culpa de ciertas decepciones porque aquí ya todos somos mayores y sabemos dónde nos metemos...

Es curioso, porque a medida que caminamos hacia eso que llaman madurez, todo lo positivo, lo bueno, lo que vale la pena de nuestra vida son destellos de las emociones, la ilusión y las ganas de vivir de cuando éramos niños. Esto demuestra que el mundo no puede estar bien hecho... Por favor, rebobinemos y que a mí me dejen ser pequeña para siempre si madurar es: dejar de ser niño para luego, luchar con todas tus fuerzas y recuperar puntualmente la alegría de vivir de cuando aquello... ¡No tiene sentido! No tiene pies ni cabeza.

jueves, 16 de septiembre de 2010

TIC TAC TRUENO

Ahí fuera cae lo que no está escrito, hasta que llega el camión de la limpieza queriéndo hacer la competencia. El ruido de esta ciudad no deja oír la lluvia, pero quiera o no, todo ese asfalto se está pegando una buena ducha. Luz y... tic tac uno, tic tac, dos, tic tac trueno.Ya está aquí. Si las plantas sobreviven a esta madrugada habrán pasado la prueba del comienzo del final del verano.

Hace unos días la gente lo invadía todo por tan sólo una noche. Los lugares normalmente escoltados por relojes e incluso gente armada se exponían a un saqueo civilizado. Montones de ojos curiosos recorriendo rincones, portones, jardines secretos. Niños liberados de las manos de sus padres hacían burla al muñeco rojo de los semáforos, mientras corrían de un lado para otro, a punto de hacer la croqueta en plena Gran Vía. Esa noche no llovió.

Hoy, ahora, los pocos que quedan en la calle corren gritones. Por más que se quejen sé que se lo están pasando como nunca. Menudo cuadro: al otro lado de la ventana aparece un todo borroso. De un momento a otro los cubos-tienda de esa plaza van a empezar a deslizarse calle abajo arrastrados por la corriente porque por fin, después de dos meses secos al Sol, toca recompensa: el merecido baño de la ciudad. Un poco más fresco, pero comparable a la ducha calentita, ya en casa después de un día entero de playa. Y cuando digo un día entero me refiero a uno de esos en los que te empeñas en quedarte en la arena, aunque sea enrollado en la toalla y con los labios morados ya, hasta que por fin un cobarde valiente con sentido común y mucho frío se atreve a decir "yo me las piro, nos vemos después de cenar". Sí, para mí el recuerdo de los veranos siempre se remonta a los quince. Y no, hoy no hay quejas ni preguntas. Tú sólo cállate y escucha.


martes, 31 de agosto de 2010

Me comí julio porque dudé

O eso es lo que creía. Cada dos por tres Ibsen retumba "Si dudas de ti mismo estás vencido de antemano"; cree en ti mismo, si tú no te valoras, ¿quién lo hará?; el tarot, "Aunar la fuerza de la Emperatriz con la seguridad arrogante del Sol". Sí, sí, lo que sea, pero yo me comí el mes de julio no porque dudara, sino porque en lugar de elegir la pastillita azul o la roja me quedé con la Sra. Duda.

Una chica me dijo una vez: "tengo la convicción de que si yo escribo, escribo, escribo, escribo... algún día terminaré haciéndolo bien". A lo que yo añado: me la sopla como termine esto pero mi-ra lo que ha-gooooooooo. Bien o mal, eliges, haces, escribes y no te quedas con la...

Dudas, dudas y más dudas... Antes siempre dudaba si darle dinero a todo el que me cruzaba pidiendo por la calle. Cada vez son más y están por todas partes, las dudas y ellos. Ya no se limitan a quedarse en un rincón mientras tú los ignoras como puedes. Ahora te cantan sus penas por más que una mitad del vagón incruste la cabeza en el libro y la otra se cague en sus muelas por no haberle pillado "La Farola" al senegalés, por ejemplo, de la entrada del metro.

Leche, atún, yogures, higos, pescado, huevos... Leche, atún, yogures, higos, pescado, huevos... ¿Ves tú? Nunca dudo con la lista de la compra. En lo que se refiere a cubrir las necesidades básicas todos lo tenemos bastante claro, espero. Las dudas son síntoma de capacidad y posibilidad de elección. Dudar de uno mismo es sinónimo de autocrítica y humildad. Creo que Ibsen estaba equivocado en parte: por hacer una cita tan célebre y tan rotunda como traicionera. O más bien, el pobre Ibsen no tenga nada de culpa y sí la tenga la adopción de citas como estandartes para la vida, qué estupidez querer amarrar cada situación, cada persona, cada duda, con un puñado de citas, ¿en qué estaría yo pensando?

sábado, 28 de agosto de 2010

Too much time, darling

Paseantes, indecisas, chulas, morenazas, sonrientes. Lloran en un asiento del metro, clavadas en su esquina. Se ríen solas. Reposan su mano en la de uno que le levanta las cutículas. Amenazan. Mujercitas, mujeronas, mujerzuelas... mu je res. Soy una de ellas, ¿cómo no me iban a llamar la atención?

Cada día las veo, las oigo, las leo, casi puedo ver lo que piensan, o eso me gusta pensar. Están por todas partes: silenciosas, taconeantes, arrastrapies, chancleteantes. Se miran, a veces no se ven, nos observamos si nos gustamos, si nos sobra, les falta, se han puesto o no. Es lo que hay. Las mujeres son malas malísimas, arpías de película...jaja. La mayoría se lo hacen. Otras sólo somos bestias curiosas llenas de entrañas, generadoras de impulsos más o menos superficiales, más o menos pronunciados, más o menos ficción, más o menos realidad.

Impulsos que un día aterrorizan. Tan pronto como, otro, nos motivan y nos impulsan a seguir buscando, ¿el qué? Venga ya, eso no es cosa de mujeres, estoy hablando de una búsqueda denominador común de todos si te preguntan ¿QUÉ QUIERES?, ¿QUÉ LECHES QUIERES? Todos sabemos qué responder, y sólo unos cuantos parecen conocer el CÓMO. Mientras tanto buscamos, no sabemos, sabemos lo que NO queremos, trepamos paredes, alicatamos ciudades enteras hasta darte de bruces con una sola idea: da igual.

Escuchamos a todos, a cualquiera que se nos cruce antes que a nosotros mismos, antes que pararnos a pensar.... Las ecuaciones matemáticas no son las más difíciles, no dejan de ser sistemas y juegos de orden con los que organizar lo que nos desborda, lo que está fuera de control, maneras de intentar comprender para apropiarnos del mundo y sus incógnitas. Fíjate si seremos salvajes que queremos dominar el mundo y no somos capaces de dominarnos a nosotros mismos: de saber a dónde vamos, qué queremos o mejor dicho, cómo llegar a lo que queremos, el jodido denominador común que quiere todo el mundo, incluido William Wallace (Sí, es que hoy la han vuelto a echar).

viernes, 4 de junio de 2010

¡A mí una espada!

No hay quien se esconda de quien bien te quiere y te conoce. Sí, sí, ya sé que todo reside en uno, que el poder y la voluntad más voluntariosa la fabricamos ocupándonos de lo que debemos, de impulso a impulso. Aunque sólo consigamos balancearnos de un segundo al siguiente. Pero de quien bien te quiere no hay quien se esconda...

Llega el momento del reencuentro, deseado y temido, porque sabes que saldrán a relucir las flaquezas. A veces incluso resulta más atractivo enfrentarte a un ejército medieval, a espadazo limpio antes que tragar con las verdades de ciertas personas. Con tan mala suerte de que vivimos en un mundo privilegiado, en la calle celebran una despedida de soltera, un tipo le grita a otro que "dejes ya te tocar el claxon, ¡coño!" y no importa lo mucho que desees maquillar los hechos porque la verdad está ahí fuera... No, en serio. La verdad es que no soy William Wallace, pero cada cual tiene sus batallas, las asuma o no, y el VALOR es un bien escaso. Por dios, la libertad es un diamante en bruto que joder cómo pesa...

Ese escocés no sabía de lo que hablaba: "Oy, oy, que los ingleses nos quieren gobernar..." Pues déjales... ya se cansarán. Mira, Willy, hoy por hoy, sin un enemigo corpóreo, evidente, ¡¿qué nos queda?!

"Gilipollas" grita una quinqui borracha bajo mi balcón (ni que estuviera leyéndome). Como dice la señora de las mayas modelo tigretón, gilipollas quedan, muchos... "hijos de puta", como apostilla la buena señora, también nos quedan... pero, ¿enemigos? Sólo uno: terrible y siempre al acecho, insoportable, inquebrantable, inseparable, impermeable (también, ¿por qué no?).

¡INMP! Ése maldito, capaz de sacar lo peor y, de vez en cuando, también lo mejor. Si siempre está ahí, ¿por qué no sacarle provecho?

Saquémosle provecho y dejémonos SER.

sábado, 15 de mayo de 2010

Obsesoñaciones

ACHTUNG! Las Obsesoñaciones son tan atractivas como peligrosas. Efectos secundarios: parecidos a los de la resaca. En caso de duda, no consulte a nadie, la vas a liar parda de todas formas.

El nombre de este blog podría haber sido "Diario de un pie" como "Obsesoñaciones", si no fuera porque este sistema del infiernillo al que me he unido, ¿no deja crear títulos con "ñ"? En cualquier caso, me alegro. Ser una obsesoñadora profesional no es lo único que impulsa el tecleo de estos deditos, ¡menos mal!

Obsesoñaciones: dícese de aquellas idas de pie que derivan en acciones Kamikaze. Por tanto, siempre se termina, en lenguaje de "Hundir la flota", tocado y hundido.

Estas queridas enemigas tienen la costumbre de surgir cuando menos te lo esperas y se basan en el absurdo de querer complicarse la vida: seguro que tienes miles de cosas por hacer que no harás hasta el último momento o, hasta que un acto obsesoñador 12 en las escala Richter te devuelva a la realidad.

Acto obsesoñador: un acto obsesoñador se podría etiquetar como Anécdota "la cagaste". De pequeños: "Tengo un plan infalible para entrar en la tienda de chuches, mangar cuatro boomer, seis morenitos, un paquete gusanitos y nadie me va a ver". La cagaste.

Recuerda: Los actos obsesoñadores son innumerables y de diversa índole. Evita particularmente aquellos acompañados de un tufillo tragicómico-shakespeariano. Y si alguna vez sientes la alegre punzada de llevar a cabo una idea tan brillante como el asalto al "Sweet's" (era la época en que los nombres en ¿inglés? molaban tela: Quique's, Juani's). Insisto, ya no tienes diez años, aparta esa cerveza del morrito y huye del bar. Sí, tus amigos te odiarán por tener que pagar tu cuenta, pero si te quedas podría ser mucho peor.

Palabra de obsesoñadora profesional.


Calibremos

¿Lo normal en estos casos es presentarse? Espero que no, por lo general las presentaciones suelen ser terribles: tienen la insana consecuencia de marcar un antes y un después en la manera de dirigirte a la persona desde ese momento en adelante.

Se dice, se cuenta, se rumorea que existe la tendencia a proponerse nuevas metas con el nuevo año. A mí eso me da una pereza horrorosa, pero las metas aparecen sin querer y esto que estoy haciendo es una de ellas.