domingo, 27 de octubre de 2013

Origami

Lo mejor de escribir un blog puede ser que nadie te replique. A todos nos gusta escucharnos de vez en cuando... Aunque sin la oposición de amigos, conocidos, locos de acera y familia no tendríamos material para querer liberarnos a gusto sin interrupciones, aquí y ahora.

En ciertos lugares la gente acude sola a conciertos, teatros, lecturas... Así que, por esa nueva costumbre de ir solo por todas partes se activa una tendencia: los desconocidos se sonríen, se dan la bienvenida con una mirada, casi alzan la copa para saludarse, ¡incluso algunos osados se hablan y discuten sobre el espectáculo!

Ya no se llevan las presentaciones "a lo Jane Austen": Lady Winchertel, tengo el placer de presentarle al Sr. Wintertur, conocido por su próspero negocio de avellanas peladas... Con suerte, a veces contamos con algún amigo amante de este protocolo que suele improvisar las presentaciones, pero por lo general la barra del bar o la mesita con los panchitos son nuestro mejor aliado. Hacerse el interesante sirve de poco... ¡Ah! Y aunque os llevéis bien con los niños, reservad las cucamonas para niños de (mínimo) conocidos y no para los hijos de desconocidos paranoicos... Sobre todo porque en algunos países incluso los adultos se asustan de la gente expresiva: para ellos es como si estuvieras nadando a estilo mariposa sin agua ni piscina.

La verdad es que al final, estamos todos tan pendientes de nosotros mismos y de lo que los otros puedan pensar, que nadie presta verdadera atención a nadie. Así que salimos, seguimos haciendo nuestras cosas y llenando el tiempo de consumiciones: el libro que he comprado, la película que he visto, las birras de anoche, el concierto de... Los planes, las vacaciones, las búsquedas de realización.

Los perfiles se vuelven cada vez más individualistas, más egoístas, más independientes... O dependientes de la independencia, del cambio, de la novedad. La dependencia es mala y la rutina también. Para otros la rutina del trabajo es la clave para seguir.... Sin embargo, hay quienes se vuelven locos por huir, huir, huir... En busca de experiencias, de conocimiento ¡del sentido de la vida! Hay quienes se enrolan en experiencias extremas: seis meses dando vueltas por el mundo, con la casa en una mochila y una tienda de acampar.

La gente que vive a la caza y captura de "El sentido/La esencia" suelen coincidir en el simple placer de estar con uno mismo (de ése que huimos en la ciudad...), de dormir bajo un techo y poder comer caliente después de kilómetros y kilómetros de viaje. El encuentro de lugareños es natural, real y de un valor incalculable. Los paisajes... Insisto, los paisajes y pensar: qué hace el mundo que no está aquí admirando cada milímetro de esta maravilla.

Las prioridades cambian, la simplicidad de la supervivencia se manifiesta de tal forma que desaparecen las quejas. Poder alimentarse y tener un techo es la Felicidad.

Así que, ¿de verdad es todo tan complicado? ¿de verdad necesitamos cada cosa que creemos necesitar? Porque de todos nuestros bienes y servicios, sólo hay uno que no acepta devoluciones.

martes, 22 de octubre de 2013

Mi casa ambulante

Mi casa ambulante se construye a base de recuerdos y aventuras. A veces se confunde con los reflejos en las ventanas, las sombras en las paredes y los retales de sueños puntuales.

Hace tiempo que no sueño, así que cuando lo hago me creo que son presagios del futuro, pistas que he de seguir. Dicen que los sueños son el reflejo de lo vivido y nuestro incos-subconsciente. Por lo tanto, ansias de brujería aparte,  los pocos sueños que me asaltan no son sino destellos de miedos y anhelos.

Hace tiempo que miro esas grandes ventanas. Si cada casa fuera una persona, esta ciudad y mi casa no quieren más que la luz se pasee por donde quiera y como quiera.


¡Vive!



Cierra los ojos y mira. Ya no hay ruido: una brisa te pilla por sorpresa y hace que la piel se te erice en dos segundos. Un escalofrío te atraviesa y te invita abrir los ojos. Todo tú se mece en un constante hormigueo eléctrico que te dice "estás vivo" allá donde mires: el agua de lluvia surcando la tierra, corrientes bajitas que acarician la hierba, las enormes quimas de los árboles agitándose, formando un maravilloso cabaret con sus hojas, dejando que él sólo se cuele (a veces sí, a veces no) entre ellas. Y él se posa impredecible en tu piel; besándote la frente, un ojo o la nariz.